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EN LA FORMACIÓN, LAS PRISAS NO SON BUENAS.


EN LA FORMACIÓN, LAS PRISAS NO SON BUENAS.

En el fútbol, hoy se está negando a muchos pequeños el derecho y el placer de jugar, en virtud de no se sabe muy bien qué rigor científico, por el cual se busca acelerar la preparación de estas criaturas para el alto rendimiento. Se pretende desligar su preparación deportiva de cualquier responsabilidad educativa, pero tal especulación es, cuando menos, gratuita:

• como si el juego fuera una pérdida de tiempo.

• como si prepararse para el fútbol fuera una condena, y su disfrute estuviera bajo sospecha.

• como si la formación integral del menor fuera incompatible con la preparación para el deporte de competición.

Se sostiene que la actividad recreativa está muy bien, pero que entrenar para la competición es otra cosa bien distinta que exige maniobrar a destajo desde pequeñitos.Y con tal despropósito, se lleva a cabo un experimento con menores, de resultado, como poco, incierto: establecer a estas edades una supuesta incompatibilidad en el deporte entre actividad recreativa y competitiva, es una alternativa muy poco razonable.

Los ritmos de crecimiento ni son regulares, ni se dan en todos por igual. Quienes primero destacan no suelen evolucionar del modo que se espera de ellos. Las vueltas que da todo proceso de maduración, el exceso de atención que se dedica a los más adelantados, las responsabilidades que se echan sobre sus espaldas, y la aceleración de su crecimiento les lleva a quemar de manera vertiginosa etapas decisivas de su vida.Tanto trajín es mucho más de lo que la mayoría puede soportar, de manera que son muchos los que cuelgan las botas al poco de empezar.

A estas edades, aumentar la intensidad de los entrenamientos y precipitarse con exigencias de resultados, no garantiza mejoras significativas en el rendimiento futuro. Por el contrario, cada vez son más las evidencias de que el sobreentrenamiento, y los excesos de solicitación en el niño producen un efecto bumerán: la pérdida de interés y el abandono. La naturaleza ha sido tan sabia que ha hecho al niño, niño antes que hombre; pretender apurar su formación implica sacar frutos secos, sin jugo ni sabor ¿Pero saben esto todos quienes manejan niños? No, categóricamente, no.

Es cierto que en otros deportes desciende notablemente la edad del máximo rendimiento, al igual que la selección precoz, y el entrenamiento intensivo de los niños y niñas más aventajados. Pero las exigencias son distintas en cada modalidad deportiva: no es lo mismo prepararles para el fútbol que hacer lo propio en otro deporte individual como la gimnasia rítmica –de requisitos físicos muy concretos– cuya actuación se puede programar de forma sistemática, con carácter previo.

Hay que animarles para que se superen, centrando su atención en metas posibles a la vez que suficientemente atractivas. Así haremos coincidir su maduración futbolística con su propio desarrollo físico y mental, jugarán más motivados, y aprenderán más fácil.
Muchas estrellas empezaron a jugar al fútbol en plena adolescencia: Gaizka Mendieta iba para atleta y no empezó a correr detrás de un balón antes de los 15 años. Batistuta, a quien llamaban El Gordo por un ligero sobrepeso, se hizo esperar hasta los dieciocho años. A Rivaldo le decían Pata de Palo en la categoría juvenil. Se mire por donde se mire, la experiencia es un libro abierto donde saltan a la vista muchísimas promesas que destacaban en las categorías inferiores, y se perdieron en el anonimato antes de ver cumplidos sus sueños.

Mientras en otros deportes individuales como el atletismo existen retratos casi perfectamente delimitados que permiten reconocer a la legua la estampa de un campeón, no ocurre lo mismo en el fútbol. Aunque algunos clubes siguen coleccionando jugadores por su tamaño, es fácil encontrar auténticos fenómenos que no darían la talla para quienes priman la madurez en su desarrollo biológico. Y si no, que se lo pregunten a Cruyff o a Maradona.

• ¿Acaso no son cada vez más excepcionales los jugadores que el fútbol profesional busca en cualquier lugar del mundo?

• ¿No es cierto que ninguno de todos estos niños tan prometedores que destacan en sus equipos de barrio llegará a lo más alto del fútbol? o, para decirlo mejor : será una excepción aquel que consiga llegar a la élite del fútbol. El caso de Argentina es paradigmático: hasta dos millones de fichas de jugadores, y son menos de cincuenta los privilegiados que exhiben la grandeza de su fútbol por todo el mundo.

• ¿Y los demás? ¿es que no merecen una oportunidad? ¿no son el buen trato y una experiencia de calidad los que pueden llevarles tan bien y tan lejos como quieran y/o puedan?

• Y por último ¿a estas edades quién es el listo que es capaz de vaticinar lo que pueden dar de sí estas criaturas?¿quizá aquellos que no ven sino los defectos, y tienen un ojo de lince para descubrir a quienes saltan a la vista, porque maduran antes que los demás?

Parafraseando el conocido aforismo; el talento futbolístico se hace de fuerza y velocidad física, pero sobre todo de rapidez mental. De Menotti cuando era jugador, se cuenta que un día le dijo su entrenador :

–Ché flaco, corré
Y Menotti contestó:
– Ah, encima de pensar ¿querés que corra?

Eran otros tiempos, y otras circunstancias.Anécdotas aparte, no se pretende ignorar la importancia cada vez mayor de la preparación física en el deporte. Sin embargo, conviene recordar que el fútbol es un deporte que se juega de la cabeza a los pies.Aquí interviene otro aspecto no menos relevante, habida cuenta del aumento de la presión competitiva: ese carácter especial, mezcla de curiosidad y empeño para esforzarse en mejorar cada día, afrontando con buen ánimo un recorrido tan largo, de muchas vueltas.

Hasta hace bien poco, el talento deportivo se consideraba una especie de don que se tenía o no había nada que hacer: el jugador nace, no se hace.

En los últimos años, sin embargo, pasa por ser un concepto dinámico,más relacionado con el desarrollo de la destreza en el deporte. E. Hahn ha investigado la detección de talentos y su preparación desde edades tempranas: es una aptitud acentuada en una dirección, superando la media normal, que aún no está del todo desarrollada. El mismo autor concluye que el talento es la disposición por encima de lo normal, de poder y querer realizar unos rendimientos elevados en el campo del deporte En otras palabras, una extraordinaria voluntad de superación que han tenido que desplegar, especialmente, aquellos a quienes no se les ha dado todo hecho y han puesto a prueba su instinto de supervivencia, luchando contra viento y marea. Jugadores que, si quieren hacerse un hueco, tienen que afilar el ingenio para pensar más rápido, y andar más listos que los demás, desarrollando un espíritu de sacrificio muy por encima de lo normal.

Johan Cruyff lo sabe muy bien: Siendo todavía niño, desarrollé en los entrenamientos la técnica para poder explotar mi juego y superar cierta inferioridad física respecto a jugadores más corpulentos, sí, pero también más lentos.Lo cual no quiere decir que entrenara más, sino que aprovechaba mejor los entrenamientos.
Siempre he pensado que cada desventaja tiene sus ventajas. Si soy pequeño, tengo que ser más espabilado. Si no soy fuerte, tengo que ser más listo; no me queda otro remedio.

La Soledad del Entrenador @SEntrenador

(Del libro “Dejad que los niños jueguen).


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